jueves, agosto 20, 2015

De cómo Franco inventó la Marca España


Entre las novedades editoriales en comunicación política destaca por su originalidad y rigor el libro Franco sells Spain to America: Hollywood, tourism and public relations as postwar Spanish soft power, de Neal M. Rosendorf (Palgrave Macmillan, 2014). Tres fueron los mecanismos que Franco utilizó para hacer digerible su régimen a ojos de los Estados Unidos y así gozar de cierta legitimidad internacional: el turismo, el rodaje de películas y acciones de relaciones públicas internacionales, como la aprobación de la ley de libertad religiosa (anedóctica de puertas para adentro, pero muy importante para los americanos) o la aventura de montar un pabellón en Nueva York dotado con marisco fresco y obras maestras del arte como las majas de Goya. Veamos en detalle, siguiendo a Rosendorf, cada una de las tres patas de la diplomacia pública de Franco:

1.- Turismo
El gobierno de Franco eliminó los requisitos de visado a los turistas estadounidenses en 1952, siete años antes de que ocurrise lo propio con países europeos y cuatro años después de abrir una oficina de turismo en Nueva York. En 1951 se establece el Ministerio de Información y Turismo. En 1953 se aprueba un Plan Nacional de Turismo y la cadena Hilton abre en la Castellana de Madrid su primer hotel fuera de los Estados Unidos.


2.- Hollywood en Madrid
A los más cinéfilos no se les escapará el siguiente detalle. Los Estudios Buñuel de Madrid se llamaban antes Samuel Bronston, el productor de cine norteamericano que, invitado por Franco, rodó en España películas como El Cid (1961), Rey de Reyes (1961), La Caída del Imperio Romano (1964) y 55 Días en Pekín (1963). Bronston produciría también documentales propagandísticos para el régimen: El Valle de los Caídos (1963), Sinfonía española (1964) y Objetivo 67 (1964). Una de las películas más curiosas de esta época es, como señala Rosendorf en su libro, The Pleasure Seekers (1964), una especie de Sexo en Nueva York en el Madrid de los 60, con currantes callejeros piropeando a las pelirrojas americanas. Madrid era Hollywood: las estrellas del celuloide se pegaban lingotazos de alcohol en el Chicote y Ava Gardner se dejaba querer por los trajes de luces.



3.- Relaciones públicas internacionales
Pero no sólo se trataba de atraer turistas y actores a Madrid. La Marca España también se tenía que exhibir en EE.UU. La Spanish Newsletter (1962-1972) era un boletín propagandístico que circulaba entre las élites americanas mostrando una imagen moderna y hasta cierto punto liberal de España (con especial atención a la industria de la moda). El Pabellón Español en la New York World’s Fair (1964-1965), obra del arquitecto Miguel Carvajal, también trataba de transmitir con su diseño una imagen de ultra-modernidad. Aquí va una propuesta para los productores de Mad Men: un film titulado The Spanish Pavillion en el que Don Draper y los suyos ayudan al gobierno español (previo pago de una suculenta cifra) a vender su imagen en Estados Unidos desde el Nueva York de los 60.


La diplomacia blanda española y su marca país tendrían otras reencarnaciones posteriores: la Transición a la democracia, el Mundial del 82 y las Olimpiadas del 92, el cine de Almodóvar, el inusitado atlantismo de Aznar o la avanzadilla de la legalización del matrimonio homosexual a cargo de Zapatero. Hasta llegar a la creación de una Dirección General de Diplomacia Pública en 2011 y un Alto Comisionado para la Marca España (con rango de Secretario de Estado) en 2012.

Pero todo empezó con Franco o, más bien, con Fernando María Castiella (ministro de Exteriores del 57 al 69) y Manuel Fraga Iribarne (ministro de Información y Turismo del 62 al 69). La embajada americana en España describió a este último como “one of the fastest talking, fastest thinking, most energetic of Spanish officials”, según se refiere en el libro de Rosendorf en su página 45. La unión de “Información” y “Turismo” revela que desde mediados del siglo XX ya se entendía muy bien el moderno concepto de diplomacia pública (acuñado de hecho en 1965 por el diplomático estadounidense Edmond Gullion) y el poder blando de las conexiones informales entre ciudadanos de distintos países.

Recomiendo la recensión que sobre el libro de Rosendorf ha publicado el profesor Juan Luis Manfredi, de la Universidad de Castilla-La Mancha, el académico de referencia en España para el estudio de la diplomacia pública (International Journal of Media and Cultural Politics, Vol. 10, No. 2, 2014)

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