martes, julio 17, 2012

Europa se ve a sí misma con ojos ingleses

Reino Unido es el único país de la Unión Europea en el que hemos visto a clientes de un banco (Northern Rock) formar interminables colas para retirar su dinero de una institución financiera quebrada. La prensa inglesa espera con alegría la posibilidad de un corralito en España como primer paso hacia la implosión del euro, pero es en la Pérfida Albión donde los cajeros de NatWest, RBS y Ulster Bank estuvieron una semana en junio de 2012 sin dar billetes ni permitir transacciones a sus usuarios. Sin embargo, algunos líderes de opinión del continente siguen envidiando la soberanía monetaria del Reino Unido. ¿Por qué?

No cabe duda de que Londres es una ciudad cosmopolita sin parangón, y que las islas británicas son uno de los mercados más abiertos del mundo. De hecho, el Reino Unido ha sido una de las principales fuerzas detrás de la liberalización de mercados europeos y la creación de un mercado único europeo. Pero el Reino Unido no está exento de problemas, y el tono dogmático y doctrinal de su prensa para con el resto del continente no se justifica en la mayoría de las ocasiones. El papel del inglés como lengua franca tiene algo que ver en la incapacidad de los europeos para verse a sí mismos con ojos propios. Europa se ve a sí misma con ojos ingleses. Los europeos más cosmopolitas, los que tendrían un interés mayor en tener una visión de conjunto, dependen de agencias como Reuters o Bloomberg, o de publicaciones como The Economist, The Financial Times, The International Herald Tribune o The Wall Street Journal, para formar su criterio. El único contrapeso lo ofrecen la versión online de la revista alemana Der Spiegel, el agregador de noticias y comentarios Presseurop y la curiosa alianza de seis cabeceras europeas (en la que participa El País) para tratar los asuntos europeos desde una perspectiva continental.

Jörg Asmussen, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, se quejaba recientemente de la excesiva influencia del ‘commentariat’ anglosajón en los mercados y en la opinión pública (y publicada) europea. En su queja hay bastante de auto-justificación (un gobernante siempre desea que la prensa cante sus glorias y oculte sus miserias) pero también parte de razón. Aunque las decisiones de carácter europeo se toman en Bruselas y en Fráncfort, los europeos siguen enterándose de ellas a través de Londres y Nueva York. La lejanía periodística de las instituciones es a veces una distancia higiénica. Verse a uno mismo con ojos de otro es, en ocasiones, terapéutico. Pero verse constantemente a uno mismo con ojos de otro es también alienante. Europa haría bien en seguir el viejo aforismo griego: “Conócete a tí mismo” (γνῶθι σαυτόν). O, por decirlo en inglés, “Know thyself”.

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